HOY FERBNANDO PEÑA NOS HA VISITADO Y DISERTADO EN EL AULA DE AUDIOVISUALES. BIENVENIDO .
Volvemos a dedicar este post a los textos de nuestro profesor de sociales Carmelo Torres y su columna en EL ENFOQUE con la segunda parte del último comentario hecho en la publicación.
a PARTIR DE AHORA NUE3STRO COLABORADOR Y PROFE CARMELO TENDRÁ SU PÁGINA PARA EL BLOG Y SU COMENTARIO HISTÓRICO.
¿A qué se dedicó en los
primeros años de su vida?
Desde los 5 ó 6 años estuve guardando camellos, y después
cuidando una burra y una vaca que tenía Fernando Peña, estaba como criado, y me
pagaba una peseta al día, estando “mantenío”.
Después trabajé con su hermano Esteban Peña, allí estuve cuidando unas cabras
que tenía, allí estuve unos tres años. Después de eso pasé a trabajar con
Leoncito Peña, con el que pasé cinco años cobrando lo mismo y estando también “mantenío”. Más tarde trabajé cuando se
hicieron los ensanches de las carreteras que iban de la capital hasta Casillas
del Ángel y la otra que salía para La Oliva, cuando eso ya tenía unos quince o
diecisiete años, trabajándose por quincenas. Trabajando así llegamos a Casillas
y yendo para La Oliva llegamos hasta “Los
Trancos”, entre Tindaya y La Oliva, y había que quedarse donde se
trabajaba, buscando alguno que te dejara algún alpende. En eso llegó don Fausto
Carrión, que era uno de los más ricos de Fuerteventura, que era de Casillas,
con él estuve cuatro años, ganando 1,50 pesetas y “mantenío”, echándole de comer a los animales, camellos, cabras,
burros, allí a mí no me faltó de nada, porque era una casa grande. De esa
familia había un comentario, y era que su mujer, doña Orgina, le daba las
sobras a los criados, y eso no era verdad, por que decían que esa gente era muy
mezquina, que no daba nada, y eso no era cierto, ya que era raro el día en que
no hubiera tres o cuatro personas en la puerta de la casa esperando para que le
dieran una limosna, la limosna era una “perra”,
por que más no se podía dar, ya que no era un día sólo, era a diario. Cuando
eso ya tenía dieciocho años y mi hermano estaba en Utiaca (Gran Canaria), el
matrimonio me dijo que no les parecía mal que fuera a buscar mi porvenir, por
que por 1,50 pesetas como se trabajaba aquí no había porvenir ninguno, cuando
eso aún estaba la República, pero allí no me daban trabajo por que había mucha
gente, pero en un lugar entre San Mateo y Tenteniguada si me dieron trabajo
haciendo la carretera, pero como era el más joven me quitaron el pico y me
pusieron a cargar y repartir el agua a las cuadrillas, allí estuve tres meses.
Después me pararon por que pensaban que no tenía 18 años, y mandé a pedir la
partida de nacimiento a mis padres, y pude trabajar algo más, pero había muchos
parados y tuvimos que trabajar por quincenas y de ese modo no se podía vivir.
Estando así un matrimonio de Santa Brígida me recomendó que fuera a la Aldea de
San Nicolás que había mucho trabajo, aunque me dijeron que eso estaba “en el fin del mundo”, teniendo que ir
en guagua hasta Agaete y de allí coger la “falúa”
hasta La Aldea, aunque al final cogí un barco en el muelle de Santa Catalina y
me llevó, y saliendo al anochecer, llegamos por la mañana. Allí, al poco
consiguió trabajo y parte de la familia se mudó a ese pueblo grancanario. Allí
trabajé dos años, de lunes a sábado, y los domingos también me iban a buscar
para regar, y eso …
¿Emigrar era algo
habitual entre los majoreros de aquellas fechas?
Sí, muchos se iban fuera, y los majoreros, sobre todo en Gran
Canaria y Tenerife eran muy apreciados, más todavía que los conejeros
¿Cuándo lo llamaron a
filas?
En agosto del 36. Allí me tallaron, con los de La Aldea, y
después de tres meses de instrucción nos mandaron para el frente.
Durante su servicio militar,
¿en qué lugares estuvo, y cuanto tiempo en cada uno de ellos?
Desde Las Palmas salimos en barco, y después de cinco días y
cinco noches llegamos a Vigo. Claro, por que había que hacer un recorrido, por
que durante la guerra había una zona que era roja. De Vigo nos llevaron a
Valladolid, y allí fue la primera paella que me comí, después de comer en la
plaza nos dieron el destino. A mí me destinaron con los Flechas Negras, que
eran italianos que vinieron voluntarios, y tuvimos que hacer la instrucción
italiana y así estuvimos toda la guerra. Después de Valladolid nos destinaron a
un sitio que le dicen Melusa; más tarde nos llevaron cerca de Zaragoza, al
pueblo de San Juan de Zaragoza, pero en ese momento no había ofensiva, la
guerra estaba parada, después nos llevaron casi de noche a un sitio que le
dicen La Muela de Aragón, una montaña donde estaban las trincheras, el cura dio
un responso, y nos llenaron la cantimplora de coñac, para que no bebieras agua.
Después subimos la loma, tú ibas y no te acordabas de “naiden”, ¡ni de la familia!, entre el coñac que te daban te
despistaban, lo único que veías era el ruido de las balas pasando por un lado y
otro, y había que echarse en tierra con el macuto para atrás, pero avanzábamos,
ya deseábamos que los rojos hicieran resistencia, ¿tú sabes lo que era caminar
desde La Muela hasta Tortosa?, ya cerca de Cataluña. Nosotros éramos la fuerza
de choque, cuando el frente se paraba ya nos relevaban, nos mandaban donde
estaban todos los follones, como era un cuerpo de voluntarios … , en el frente
parado no estuve nunca. Lo que si había era muchos errores, por que las tropas
avanzaban más de lo que les decían por que no había resistencia y las siete
piezas de artillería de cada brigada lanzaban proyectiles que les daban a sus
propios soldados, por que veían tropas y no sabían si eran los rojos o los
nacionales. Y ya por Teruel pasaron tres aviones de los rojos a bombardear,
pero se confundieron y lanzaron las bombas en otro sitio. Me acuerdo que cuando
llegamos a un pueblo todos fueron a recibirnos, y sacaron a un cura que llevaba
tres meses entabicado, estaba más blanco que el papel este … Hablan mucho de
los nacionales, pero también hicieron mucho los rojos, ellos se cargaron a
cinco o seis mil curas y las iglesias las tenían de almacenes, la verdad que todos
metieron la pata…
Después de Tortosa un alférez me sacó como asistente y me
llevó al hospital, a pesar que eso estaba prohibido, en el camino una bala lo
atravesó de un costado al otro, le hicieron curas, pero los hospitales estaban
llenos y a los tres día murió, yo siempre estuve a su lado, y sin dormir, por
que no podía beber nada, pero me ordenó ir a descansar y al instante murió.
Después el cura me dijo que el entierro era a las cinco, pero que yo allí ya no
hacía nada y que debía irme a incorporar a mi regimiento, por que aunque sepas
donde está enterrado “sabe Dios cuanto
dura la guerra esta”, y nada más salir, yo creo que estando a un kilómetro,
apareció la aviación roja y bombardeó el pueblo y el cuartel, aquello fue un
desastre enorme, yo escapé por que me fui y cuando los vi me metí en una
alcantarilla.
Ya de ahí salimos para el frente de Cataluña, yo de asistente
ahora con el alférez Cañete, y estuve con él hasta que terminó la guerra.
Llegamos hasta Los Pirineos y a la costa catalana, pero todavía faltaba tomar
Valencia y hacer la ofensiva sobre Madrid, pero en ese entonces hubo una
epidemia y nos pusimos todos enfermos, después nos curamos, que si había
ofensiva no te daban nada de permiso, pero a los heridos si les daban quince
días. Cuando nos dieron el alta llegó un oficial y nos dio permiso por medio
mes a pesar de estar en plena ofensiva. Estábamos en Burgos, pero para ir a
Canarias tenía que ir hasta Cádiz a coger un barco que sólo salía cada ocho
días, y cuando eso no había transporte, pero cogimos un tren y después llegamos
a un pueblo donde sólo salían trenes de mercancías, pero el ferroviario hizo la
vista gorda y nos permitió a mí, a un grancanario y a un palmero subirnos sin
que nadie lo supiera en los vagones que iban tapados, así llegamos hasta cerca
de Sevilla, y de allí cogimos un coche y llegamos hasta Cádiz, pero no nos
dejaban subirnos al barco sin vacunarnos, y nos vacunamos, para ir cuanto antes
a ver a mi familia que estaba en La Aldea de San Nicolás. Llegamos en el barco
a Las Palmas, y de allí cogí una guagua para Gáldar para después ir hasta
Agaete y coger la falúa, pero cuando llegué a Gáldar ya se había terminado la
guerra, y la gente lo sabía por la radio, que era lo que había. Cuando la gente
en la calle vio que en la guagua había un militar, que era yo, se puso a
celebrarlo y a decirme que ya no tenía que volver que la guerra ya se había
terminado, y todos se ponían a preguntarte, por que ¿quién había aquí que no
tuviera hermanos o familiares en la guerra?. Pues cuando llegamos a Agaete por
la tarde, llegué allí a la plaza, y estaba un cura alto, gordo y viejo ya, tenía un puro y fumando, y
estaba arriba repicando por que se había acabado la guerra, y cuando bajó para
bajo vino a saludarme y dijo “ven
ustedes, si no es la guerra ustedes no van a la Península”, y dígole yo,
padre yo ya estoy como acabado de ver la Península, si usted hubiera pasado las
fatigas que hemos pasado los que estábamos allá usted no dijera esto. Después
de esto creo que me quedé en una fonda, pero los militares no pagaban nada en
ningún sitio, y me dijeron que al día siguiente salía la “falúa” para La Aldea, pero que también podía ir con el cartero que
salía de Agaete a las cinco de la mañana caminando por medio del monte, y así
lo hice, caminamos, y cuando ya llegamos a lo alto antes de bajar para el valle
de La Aldea, como la gente ya sabía que la guerra había terminado vieron al
cartero con un soldado, y aunque yo no era de allí, pero como entré con los
aldeanos, el pueblo vino en peso en busca del cartero, claro parte de ellos me
conocían, pero no sabían que el soldado era yo en la distancia, pero me
recibieron como un vecino más. Allí estuve tres días, y de allí marché directo
para Burgos, y de allí para Alicante, por que mi regimiento ya estaba en Calpe
y después a otro pueblo, pero como la guerra ya había terminado los italianos
se fueron y los españoles que estábamos en ese regimiento fuimos a veinte
kilómetros de Tarragona, allí estuvimos yo creo que por lo menos quince meses,
y allí ya empezaron a licenciar, pero que a la vez teníamos que pedir destino
para donde quisiéramos, pero solo para la Península, y todos los peninsulares
pidieron para su tierra, ¡menos para las Islas Canarias!, pero también podías
pedir para batallones de trabajadores o para guardia, pero para carabinero
nadie quería ir, Félix “el del carro”,
otro majorero, pidió para el batallón de trabajadores, pero yo le dije al
teniente, yo no voy voluntario para ningún lado, para donde me manden allí voy,
así que me agregaron a un regimiento de carros de combate, canarios no éramos
más que Félix y yo, por que Félix renunció al batallón de trabajadores. Cuando
eso estábamos otra vez en Tortosa, pero no era un cuartel, sino un convento que
lo habían bombardeado, y lo que había era un alférez que estaba todo el día
borracho, y ya nos habían dicho que cuando los soldados salíamos de paseo
siempre nos pedía algo, y así fue, nos formaba antes de salir y esa vez nos
dijo que hacían falta tres bombillos y que había que cogerlos en el pueblo, y
si no, no salen más de paseo, y después se ponía a esperar que llegáramos, y
entonces lo que había que hacer era llegar de los primeros para que se las
pidiera a los últimos que entraran.
Carmelo Torres
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